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domingo, 17 de junio de 2012

COLESTEROL



Normalmente, a una jornada de preocupación y sueño, le acompañan el cansancio, el malestar físico, el dolor de cabeza. Y a una dieta excesiva en grasas pesadas, le acompaña un índice demasiado alto de colesterol.

El colesterol, como el dolor de cabeza, no es ninguna enfermedad. Simplemente son “síntomas” (o llamadas de atención de nuestro organismo) que nos dicen ¡OJO!, hay algo que no va bien... en esa manera de alimentarse.

Pero ¿qué es el colesterol?


En realidad, el colesterol es vital para nuestro organismo, pues forma parte de la estructura de las membranas de nuestras células y es a partir de él que se sintetizan las hormonas o los ácidos biliares, tan importantes para digerir las grasas correctamente. Está presente en todas las células y es absolutamente necesario para el correcto funcionamiento de nuestro cuerpo. Es algo que forma parte del mismo: el cuerpo lo utiliza en la formación de muchos tejidos (cerebro, columna vertebral, piel), forma parte de los materiales para formar las sales biliares, hormonas sexuales, adrenales y vitamina D, y se combina con las proteínas para poder transportar las grasas hasta todas las células.

La colesteremia es la acumulación del colesterol (o colesterina) en la sangre. Es un esterol (químicamente es un alcohol secundario sólido) presente en los tejidos del organismo.  Su origen es mixto: una parte la genera el propio organismo, y otra es ingerida con los alimentos.

Entonces… ¿Es algo malo o también bueno?


Se habla de colesterol “bueno” y “malo”,  pero sólo hay un tipo de colesterol.  La única diferencia que existe es de cantidad pero no de cualidad: sólo hay un tipo de colesterol que se desplaza por la sangre asociado a las lipoproteínas de alta o baja intensidad.

Y es bueno y es malo, si queremos.

Lo que yo pienso (desde mis limitados conocimientos de nutrición) es que el colesterol lo que hace es acompañar a las grasas. Y lo hace a distintos niveles, según las grasas que tengamos acumuladas en nuestro organismo: a un nivel bajo (LDL) a una muy alta densidad (HDL). Pero no hay dos tipos de colesterol, sino dos niveles: si tenemos mucha grasa en nuestro organismo, el colesterol estará alto (HDL), pero si quemamos las grasas, el colesterol bajará a unos niveles adecuados. No hay que atacar al colesterol, sino a las grasas. En sí, el colesterol no es malo; las perjudiciales son grasas acumuladas en exceso. Son las grasas de más las que influyen negativamente en nuestra salud.

Así, más que un mal, el colesterol alto podemos decir que es un síntoma.

Como tantos “problemas” a los que se les llama “enfermedad” (por aquello de que el miedo vende y, tantos, miden sus acciones sólo por los beneficios que les pueda proporcionar…), no son más que una ayuda que nos hace el propio organismo al indicarnos que hay algo de nuestra conducta que debemos cambiar.

Es muy importante tener presente que el hígado produce prácticamente todo el colesterol que necesitamos, en nuestro organismo, para funcionar correctamente. El colesterol, en un 80% es fabricado por nuestro organismo, aunque también lo asimilamos a través de determinados alimentos.



Cuando la persona consume más colesterol del necesario (el que acompaña a las grasas animales saturadas que ingiere), puede producirse un exceso del mismo, que se va depositando a lo largo de las paredes de las arterias.

Al ir creciendo dichos depósitos (grasa acompañada de colesterina) se produce un endurecimiento de las arterias (la "arteroesclerosis") y, por ello, la circulación sanguínea se torna más dificultosa, y van apareciendo nuevos problemas (pérdida del oído, problemas de respiración, ataques al corazón, calvicie, vértigo, etc.); así, todos los tejidos del cuerpo resultan perjudicados por la reducida cantidad de oxígeno y nutrientes que les llega.

Por eso, el colesterol "malo" (malo de verdad) es el que ingerimos en nuestra dieta al comer gradas en demasía y, en consecuencia, nuestro organismo almacena más grasa en los tejidos, y se elevan los niveles de colesterol en la sangre.

Y cuando se tiene demasiado, surge el problema y la causa principal suele ser porque la alimentación es excesivamente rica en productos grasos que ya llevan adjunto colesterol o que, una vez en el cuerpo humano, el exceso de lípidos los genere. Y si no se hace suficiente ejercicio físico… ¡esas grasas, acompañadas de su colesterol, se quedan ahí… bien pegaditas a nuestras arterias!

Pero, atención: no hay que enfermar de miedo: digan lo que digan los vendedores de fármacos, el colesterol no es uno de los principales factores de riesgo cardiovasculares, como nos dan a entender comúnmente.


Y, en el caso de que fuese necesaria una vigilancia, siempre es recomendable utilizar fórmulas naturales antes que recurrir directamente al fármaco (porque, además, los fármacos que se utilizan tienen unos efectos secundarios que pueden ser muy graves, llevándonos a padecer imprevisibles enfermedades).

De todos modos, la realidad es que,  en España, millones de personas “padecen” hipercolesterolemia; o sea: tienen la colesterina o colesterol alto. Y esto es, en buena parte, por los hábitos alimenticios incorrectos, centrados en una dieta que usa y abusa de las grasas saturadas.





La sensatez nos ha de indicar al camino correcto para “resolverla”: Seguir una dieta equilibrada es la mejor ayuda para mantener un nivel de colesterol adecuado. La virtud en el término medio.

Por ello, conviene vigilar todos aquellos alimentos en los que predominen las grasas saturadas, como ocurre con los lácteos, el tocino y los embutidos, los huevos y la carne; sin olvidar los productos con grasas hidrogenadas (margarinas, bollería industrial, etc.). Aligerar la dieta de grasas es el primer paso para mejorar y evitar la hipercolesterolemia.

Así, una alimentación con demasiados huevos, quesos, leche (la peor es la de vaca), helados, carne, marisco endurece las arterías, por causa de la grasa.


Paralelamente, será beneficioso consumir diariamente alimentos que contengan ácidos grasos insaturados, como: el aceite de oliva virgen y refinado, algunos frutos secos (sobre todo avellanas, nueces, almendras y pistachos), los cereales (pan integral, arroz integral, patatas, harinas integrales), las legumbres (judías, guisantes, garbanzos, habas, lentejas), la clara de huevo, los pescados azules (ricos en ácidos grasos Omega 3) como atún, bonito, sardina, salmón, boquerón, jurel, etc.; o cualquier pescado blanco; entre las carnes las de ave de pollo (sin piel) y pavo. Todo tipo de frutas y verduras, especialmente las rojas y las de hoja verde; también los aguacates. Estupendo es tomar zumos (no olvidar el áloe vera ni el limón), infusiones (alcachofera, harpagofito, onagra) y té.

En general, se puede decir que es importante consumir preferentemente alimentos de origen vegetal  (el aceite de oliva es la mejor grasa) en lugar de los de origen animal. De origen animal, quedémonos con el pescado. Y en vez de leche animal, leche de almendras o de soja.


Y…, si ya nos hemos pasado, pues hacer ejercicio es otra cosa que nos ayudará a controlar el colesterol: al quemar lípidos, mejorará el nivel de nuestro colesterol.

Seguro que cuidando nuestra alimentación y saliendo a andar, por lo menos una hora al día, iremos deshaciéndonos de esas grasas malsanas que llevan como compañeras al dichoso colesterol. 


miércoles, 13 de junio de 2012

NOMBRES...


EL SENTIDO DE NUESTROS NOMBRES

Los nombres propios son sustantivos que se usan para mencionar a personas o lugares con un nombre singular.

Hacen referencia al efecto de “dar nombre”, o sea de designar o determinar con una o varias palabras algo o alguien de manera única e irrepetible.

La Biblia sostiene que habiendo formado el Creador de la Tierra a todos los animales del campo y a todas las aves del cielo, los llevó ante el hombre para que les diera un nombre, aceptando que fuera Adán quien diera nombre a la plural realidad de los seres vivos. Y, para que no cayera en la omnipotencia, le asignó a la mujer, a Eva, la tarea de nombrarlo a él (quizás porque, sin la ayuda femenina, el varón no fuese capaz de definirse propiamente).

Tener un nombre, humaniza. Lo creado, de alguna manera, no existe mientras no pueda ser nombrado. El nombre es, ciertamente,  un signo de identidad.

Por eso, un nombre propio no suele ser elegido simplemente al azar. Cuando los padres confieren un nombre a cada uno de sus hijos e hijas, lo hacen de manera consciente. Esa personita, de la que se espera que sea querida por mucha gente, se la quiere feliz cuando escuche que es llamada, cuando sea reconocida entre las personas amigas. Van a ser dos o tres sílabas entrañables que le harán sentirse él o ella, nombre con el cual se va a identificar, palabra o palabra que, al oírlas pronunciar, volverá la cara; porque es: su nombre.


Pero es que, de alguna manera, los nombres marcan la personalidad y la vida de las personas. Nunca será igual una mujer a la que llamaron Leocadia o Aspasia que si se llama Carmen o María, ni un varón al que sus congéneres le confirieron el nombre de Macrobio o Filadelfo, en vez de Antonio o Manuel. Ni si “estrena” nombre en su familia o es el que ya llevaron su madre o padre, abuela o abuelo.  

Quizá seamos quienes somos, por todo lo que nos confiere nuestro nombre; en la misma medida en que cada quien tiene su particular ADN.



Existen pueblos, como los aborígenes australianos (de los que da clara explicación Marlo Morgan en su libro “Las Voces del Desierto”), que consideran que una persona ha de tener tantos nombres en su vida como las edades o momentos que atraviesa; que por cada suceso importante que vive, o por cada función social que cumple, se merece una nueva nominación (así “Mujer de los Juegos”, o “amigo de loa Grandes Animales” hará, para ellos, siempre evidente de quien están tratando).

El origen de los nombres que se da a las personas, puede derivar de varias circunstancias, como una cualidad física (Blanca, Linda, Bella), de las circunstancias del nacimiento (Segundo, Nonato), por un reconocimiento y don (Víctor, Laura), por una cualidad o virtud (Esperanza, Irene, Amor), etc.

Los nombres propios (conocidos como “de pila”, por ser establecidos en el momento del bautismo, en español tienen tres orígenes históricos principales:

1. Los nombres hebreos vienen casi siempre del Antiguo Testamento (Daniel, David, José, Sara, Raquel, Rebeca). También existen nombres de origen arameo (Tomás, María, Marta).

2.  Los nombres germánicos se refieren en ocasiones a la guerra (Alberto, Álvaro, Eduardo, Gerardo, Luis, etc.)

3.   Los nombres griegos y latinos provienen en ocasiones de la mitología greco-romana. Muchos pertenecen a las tradiciones cristianas primitivas (Alejandro, Andrés, Cristóbal, Felipe, Mónica, etc.) o romanos (Antonio, César, Fabio, Marcos, Pablo, Diana, Laura, etc.)

En muchos países de América latina existe un número significativo de nombres procedentes de las culturas que sobrevivieron la expansión planetaria de la civilización europea. Tales como Lolbé (camino de flores), Pacha (tierra), Nahuel (jaguar), Sacha (árbol), Sannicté (flor blanca), Pacha (tierra), Xóchitl (flor), etc.

Personalmente pienso es que bonito saber sobre nuestro nombre pues, seguramente, cuanto más sepamos de su origen porqué nos lo pusieron nuestros padres, etc., más nos podremos identificar con él y, posiblemente, hasta nos resultará más gratificante ostentarlo. El nombre propio define a una persona, mi nombre me define a mí. Tu nombre te define a ti.



SIGNIFICADO DE NOMBRES

Si quieres saber sobre tu nombre, búscalo. Hay muchos libros en los que encontrarás cuanto deseas. De todos modos yo, también tengo mis cuadernos con información de muchos nombres…

Como camino fácil, abajo incluyo una dirección de internet que me parece bastante completa:







jueves, 7 de junio de 2012

¿POR QUÉ ENGORDAMOS?



Llega el verano, los calores, deshacernos de ropa... y, para muchas personas es el momento de la tragedia, al ver que en los meses de más frío ¡los kilos han hecho su sitio en nuestros cuerpos y nos parece que no hay manera de echarlos fuera!


Pero ¡bueno! ¿qué ha pasado? 




Ya lo estuvimos viendo hace unos meses (podemos repasarlo):


http://jose-maria-naturalmente.blogspot.com.es/2011/02/comer-para-estar-saludables.html





La  causa más común de por qué engordamos es muy simple:  por comer más de lo que el cuerpo necesita.

El peso es el equilibrio entre lo que comemos y la energía que gastamos. Si comemos más de lo que gastamos, evidentemente, engordamos. En general, todo aumento de peso corresponde a un desequilibrio energético entre los aportes calóricos y el gasto del organismo. La ecuación es simple: cuanto más comemos y menos quemamos, ¡más engordamos!

Aunque también es verdad que no siempre son las causas de una alimentación excesiva del aumento, ya que también hay otros factores, como se da el caso de personas que, por una predisposición genética, tienden a ser más delgadas o gruesas, comiendo lo mismo que otras.

La mayoría de los expertos en nutrición está de acuerdo en que, si se desea perder peso, lo mejor y más recomendable es comer varias veces al día, en poca cantidad, y escoger alimentos bajos en calorías y ricos en nutrientes.

Cuando comemos pequeñas cantidades, con mayor frecuencia experimentamos menos hambre a lo largo del día, ya que transcurre poco tiempo entre comida y comida. De esta forma, resulta más fácil resistir la tentación de hartarnos entre comidas con alimentos de elevado contenido calórico, como dulces, galletas y frituras, o de llenarnos demasiado a la hora de comer.

También hay que tener en cuenta que, a medida que transcurren los años, el peso tiende a acumularse gradualmente. Las personas mayores, en general,  necesitan menos energía que las jóvenes porque su metabolismo basal es más lento y, además, suelen hacer menos ejercicio.

Por eso, al cumplir años, hemos de varias algunas costumbres alimentarias, pues la ecuación puede desnivelarse fácilmente.

Siempre es bueno tener en cuenta que, aunque hay que comer de todo, pues el organismo humano no puede prescindir ni de grasas ni de hidratos de carbono, etc.,  los alimentos más calóricos son las grasas, que se pueden tomar en alimentos que las contengan en grandes cantidades o se pueden añadir en nuestra alimentación a la hora de preparar platos. Y como alimentos con menos calorías, están las frutas, verduras, hortalizas, legumbres alimentos ricos en fibra, pescado y carnes magras.


Pues eso: quien no quiera engordar o perder algo de lo que ya acumuló... 
¡más ejercicio y menos calorías!


Pero... ¿y si "el tema" ya nos supera?

Cuando una persona sobrepasa un 30% a su peso ideal, puede considerar que tiene sobrepeso; pero  si su peso sobrepasa el 60% del peso ideal, esa  persona está obesa .

La obesidad es el trastorno metabólico más frecuente en el mundo occidental, que causa enfermedades graves e incluso la muerte. Otra cosa, es el sobrepeso creciente, que en las mujeres, se presenta especialmente como celulitis.


Los motivos de estas condiciones son atribuidas al exceso de grasa corporal acumulada en diferentes partes del cuerpo.


En relación con esto, el departamento de Investigación de la Empresa Homeway ha efectuado un cuidadoso y meticuloso estudio
en que determina cosas como: que las toxinas solubles en agua se acumulan en el tejido intersticial (entre las células), generando estancamiento e hinchazón (líquidos); que las toxinas solubles en grasa se acumulan en el tejido adiposo y puede aumentar la masa grasa; que la acumulación de toxinas afectan adversamente el funcionamiento de los órganos internos y que la mala circulación periférica impide la oxigenación de los tejidos causando pesadez, hinchazón y celulitis.

Por eso, para el tratamiento de la obesidad y la celulitis, desde Homeway se recomiendan: tomar, como suplemento alimenticio, un drenante natural que estimule al organismo a rechazar líquidos supérfluos (como el D101); complementar la dieta bebiendo un zumo de áloe, que ayude a la limpieza general del organismo (ideal el A102), e incluir en la ingesta diaria L-carnitina, pues ello ayuda a acelerar el metabolismo de las grasas, contribuye a la reducción de los triglicéridos y ayuda a aumentar el nivel del colesterol HDL (es el O103 Oxy diet).


Más  información en el blog VIDA SALUDABLE:








martes, 5 de junio de 2012

¿3 = 1?


LAS  TRES  VELAS  SON  UNIDAD


Había tres velas para iluminar la estancia. Una era azul, otra amarilla, la tercera blanca.


Pero como la señora de la casa sólo había encontrado un tiesto de vidrio dónde colocarlas, ahí las dejó, las tres juntas.

Ahí estuvieron decorando..., hasta aquella noche en que se las prendió.

Ya, ellas, se habían presentado y habían dialogado bastante sobre su manera de entender su existencia, sobre las diferencias y también sobre algunas cosas que sabían tener en común...

La vela blanca había dicho que el blanco es la paz, la inocencia, la armonía, la libertad... y también el amor puro.

La vela azul había indicado que su color significa la dualidad de la vida, lo de arriba y lo de abajo, como el cielo y el mar, y también expresa confianza, amistad y también armonía en libertad...

La vela amarilla, por fin, había aclarado que el amarillo es luz, lucidez, alegría... y también la armonía de los campos en primavera...

Ahora les tocaba unirse en una única finalidad, la de arder para iluminar.

Al encenderla, eran tres luces. Incluso, cada una, se mantenía con su tonalidad de luz... pero, al rato de arder tan juntas, acabaron convirtiendo sus tres llamas en una sola llama. Una llama tanto más grande.


Entonces, la vela azul dijo a sus dos compañeras:

-    Atención, ved, descubriros como yo me estoy descubriendo: somos una sola llama, una sola luz.
-          Efectivamente.
-          En realidad, somos tres velas, pero las tres, a una, pues cumplimos una misma función. Es nuestra misión la que nos ha unido... hasta ser ¡como una sola!.

Y las tres velas ardían y ardían, felices de ser lo que eran y lo que hacían...


A la mañana, el cuenco o tiesto dónde habían estado colocadas, estaba lleno de la cera...

Era cera de color verde.

Elo, la pequeña de la casa,  estuvo mirándolo. Luego, dirigiéndose a su madre, le dijo:

-          Mami, ¿puedo coger esa cera verde tan bonita que está en el tiesto?
-          Sí, hija, pero ¿para qué la quieres?

Ésta dijo:

-          Mami ¿no te has dado cuenta de que, por la forma del fondo del tiesto, la cera ha tomado la forma de una flor...?

Continuó:

-       Yo quiero poner esa flor de cera verde en mi habitación... Y pensar que aún después de haber cumplido con su deber, la de darnos, ayer, cuando lo necesitábamos, luz en la noche; después (a partir de ahora), las velas, de alguna manera, me van a iluminar, con ese lindo color y esa bonita forma, la pared de mi cuarto...

Y la pondré... junto al poema que me dio mi profesor:

                      Sigue.
                      Avanza más y más:
                      si te paras,
                      no llegarás al final.
                                
                      No te quedes
                      donde ya estás,
                      en ese lugar que llegaste
                      y te gustó.

                      Avanza...
                      Más adelante
                      es aún mejor.

                      ¿O es que no tienes la experiencia
                      de que, cada vez,
                      tras cada puerta
                      que abres
                      hay un lugar mejor?

                      Avanza sin temor:
                      coge de la mano a la Esperanza
                      y dile:
                      ¡vamos!





                         (Del libro “Claves de Vida" )




Ahora, piensa:



- ¿Tienes clara cual es tu misión en la vida?, ¿para qué vives, tu razón de ser..., lo sabes?

- Y ¿si para lograr eso que crees que has de hacer, tienes que arriesgar la vida, ponerla en peligro, tienes que darla..., lo harías?

- Ante retos difíciles ¿intentas conseguir fuerza uniéndote a otras personas que están en tu misma línea?

- ¿Te valoras?, ¿estimas tus cualidades suficientemente?

- ¿Sabes escuchar...? ¿y si la opinión de la otra gente te parece errónea, intentas comprender su postura?

- ¿Valoras el diálogo...?, ¿aprendes siempre algo cuando escuchas a otras personas, o te parece que pierdes el tiempo?

- ¿Eres consciente de que lo que aportas al mundo en el que vives, trasciende a las generaciones que vienen detrás de ti?

- ¿Sabes escuchar y valorar la opinión de la otra gente, ponernos en su lugar cuando es necesario?

- ¿Qué tal eres para trabajar en equipo, aunando esfuerzos, logrando una meta común con otras personas?

- ¿Pensamos en las generaciones que vienen detrás nuestra? ¿cuándo hacemos o dejamos de hacer algo, somos consciente de que el mañana lo estamos construyendo ahora?