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jueves, 11 de febrero de 2016

SÍ... O SÍ.



VIVIR DE VERDAD

A mi entender, no hay don más grande que el de la Vida. Y no es que hayamos llegado a ella por casualidad. Estamos aquí, gozamos de la existencia porque Alguien ha querido; porque, aun antes de ser engendrados, hubo quienes pensaron que estaría bien traernos a formar parte de esta realidad.

Y estamos aquí porque tenemos una “misión” que cumplir. Seguramente algo que es único y que si nos quedamos sin hacerlo, ya nadie lo llevará a cabo…

Entre otras cosas porque es realizando esa nuestra “razón de ser” como iremos empoderándonos de nuestra vida. Y, así, creciendo como personas.


Cuestión importante, pues (yo lo creo así, después de todo ese aprendizaje acumulando, en el recorrido de mi vida), he llegado a la conclusión de que la felicidad se alcanza al ir logrando esas cosas con las que se sueña alcanzar, desde la propia realización personal; al hecho de ir llegando a hacer realidad cuanto soñamos.

Peleando por cuanto creemos que merece la pena. Incluso con una cierta indomabilidad; aunque sin caer en la tentación del rencor. Sí, hay que ser rebeldes (pues hay cosas que no se pueden permitir), pero la demasiada rebeldía (intransigente, desbocada, cargada de resentimientos) no nos lleva a felicidad, sino a la desesperación, al fastidioso desengaño.  Hay que ser rebeldes con confianza, con mucha esperanza e ilusión. Lo que es posible cambiar, hagamos por que cambie, soñemos con que se hará realidad. Un mundo mejor ¡sí que es posible!  Creámoslo y creémoslo.

Creo que este don de la vida hay que celebrarlo ¡cada día!, aunque, ciertamente, sólo lo tengamos presente en esas ocasiones en las que, por lo que sea…, nos hace caer en la cuenta de que ¡tenemos motivos para ser felices por gozar de magnífico don de la vida!


Siempre sin creernos que ese regalo alcanzado (la vida) no es una “propiedad privada” de nadie. Ni siquiera de quienes la disfrutamos (como en usufructo), menos de otras personas ajenas. Pues todos los seres vivos ¡somos parte de la Vida! O lo que es lo mismo: ¡cada ser humano, cada persona es patrimonio de la Humanidad!


Por eso, la vida es bien hermosa cuando vivimos sabiendo que hemos nacido para darnos a quienes nos rodean, a cuantas personas podamos alcanzar con nuestro fraterno abrazo. Pues, como decía el poeta premio nobel Rabindranath Tagore, “la vida se nos da y la merecemos dándola”. 


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